les
cuento esto no por presumir, sino porque esta mañana amanecí tan
caliente que sólo me bañé, me perfumé y me salí corriendo a morbosear a
las chicas que me iba encontrando en el camino a tal grado que, aunque
no necesitaba, me subí al metro y tuve un viaje bien rico.
Primero, de Muzquis a San Lazaro: A la hora que me subí se atascó el metro, como siempre. así que no me costó trabajo quedar detrás de una mujer como de 35 o 40 años, de muy buen ver, de esas que sin tener un cuerpo escultural, llaman la atención por algo, no sé que, pero que simplemente no puedes dejar de mirarlas. Total que nos subimos como pudimos y quedó de costado a mí. Inmediatamente le sentí el costado de la pierna por la tela delgada del pantalón y mi mano quedó a la altura de sus nalgas, así que fui en un roce con el dorso de la mano por una estación. Con los frenones repentinos del metro se me dejaba ir la señora, pues ella iba literalmente en medio del pasillo y yo quedé recargado del tubo. En Rio de los Remedios subieron un montón de gente de golpe, así que la intentaron aventar, pero como que ella no se dejó, además de que no tenía mucho a donde moverse, y yo me voltee así que quedé de espaldas a la puerta y le hice un espacio, muy mañoso de mi parte, frente a mí, espacio que la Señora no tardo en acomodarse, otra vez quedando de costado hacía a mí, pero ahora del otro lado. Lo rico empezó cuando mi mano quedó sujetando el tubo horizontal a la altura de sus nalgas y ella se recargó de lleno en ella. Medía como 1.50, pero sus tacones la hicieron quedar justo a mi altura y además con unas nalgas que alanzaban a salir del pantalón; inmediatamente hice por quitar la mano como previendo por si se enojaba, pero ella ni se inmutó, solo volteó y me dijo “Que calor verdad joven” echándose aire con la mano. Era morena, de cabello quebrado color castaño oscuro, les digo que tenía algo, no sé qué, que me hacía no poder dejar de mirarla. Me limité a sonreír y cuando me devolvió la sonrisa, mi verga se paró de un golpe y la sintió de lleno en la pierna y así nos fuimos un par de estaciones más.
En una de esas, con el pretexto de que el metro volvió a frenar de golpe, pasé mi mano por delante de ella como para agarrarme del tubo pero en realidad quedé agarrado de su vientre… Y ella sonrío, meneó suavemente las nalgas y ahí fue donde se acomodó.
Me dijo “En la siguiente la puerta abre del otro lado verdad” y me dio toda la espalda pegando a mi verga ese trasero majestuoso que aunque no se exhibía descarado, al contacto era más que evidente que estaba suave y bien redondo.
La masajee cn firmeza pero discreción, y le enterré mi verga entre las nalgas. Ella no volteaba a verme, parecía ni inmutarse, solo se pegó a mí para sentir mi verga por encima del pantalón y yo me pegué a ella para poder abrirle las nalgas aún cuando había tela de por medio.
El movimiento del metro hizo lo suyo y parecía que íbamos cogiendo muy discretamente. Yo sentía la verga tan dura y caliente, y tanto morbo pensando que alguien podría vernos.
En San Lazaro nos bajamos, pero ella salió rumbo al metrobus así que ya no pude continuar a más.
Pero inmediatamente de eso, transbordé en San Lazaro donde mi calentura, en vez de bajar, subió.
Primero, de Muzquis a San Lazaro: A la hora que me subí se atascó el metro, como siempre. así que no me costó trabajo quedar detrás de una mujer como de 35 o 40 años, de muy buen ver, de esas que sin tener un cuerpo escultural, llaman la atención por algo, no sé que, pero que simplemente no puedes dejar de mirarlas. Total que nos subimos como pudimos y quedó de costado a mí. Inmediatamente le sentí el costado de la pierna por la tela delgada del pantalón y mi mano quedó a la altura de sus nalgas, así que fui en un roce con el dorso de la mano por una estación. Con los frenones repentinos del metro se me dejaba ir la señora, pues ella iba literalmente en medio del pasillo y yo quedé recargado del tubo. En Rio de los Remedios subieron un montón de gente de golpe, así que la intentaron aventar, pero como que ella no se dejó, además de que no tenía mucho a donde moverse, y yo me voltee así que quedé de espaldas a la puerta y le hice un espacio, muy mañoso de mi parte, frente a mí, espacio que la Señora no tardo en acomodarse, otra vez quedando de costado hacía a mí, pero ahora del otro lado. Lo rico empezó cuando mi mano quedó sujetando el tubo horizontal a la altura de sus nalgas y ella se recargó de lleno en ella. Medía como 1.50, pero sus tacones la hicieron quedar justo a mi altura y además con unas nalgas que alanzaban a salir del pantalón; inmediatamente hice por quitar la mano como previendo por si se enojaba, pero ella ni se inmutó, solo volteó y me dijo “Que calor verdad joven” echándose aire con la mano. Era morena, de cabello quebrado color castaño oscuro, les digo que tenía algo, no sé qué, que me hacía no poder dejar de mirarla. Me limité a sonreír y cuando me devolvió la sonrisa, mi verga se paró de un golpe y la sintió de lleno en la pierna y así nos fuimos un par de estaciones más.
En una de esas, con el pretexto de que el metro volvió a frenar de golpe, pasé mi mano por delante de ella como para agarrarme del tubo pero en realidad quedé agarrado de su vientre… Y ella sonrío, meneó suavemente las nalgas y ahí fue donde se acomodó.
Me dijo “En la siguiente la puerta abre del otro lado verdad” y me dio toda la espalda pegando a mi verga ese trasero majestuoso que aunque no se exhibía descarado, al contacto era más que evidente que estaba suave y bien redondo.
La masajee cn firmeza pero discreción, y le enterré mi verga entre las nalgas. Ella no volteaba a verme, parecía ni inmutarse, solo se pegó a mí para sentir mi verga por encima del pantalón y yo me pegué a ella para poder abrirle las nalgas aún cuando había tela de por medio.
El movimiento del metro hizo lo suyo y parecía que íbamos cogiendo muy discretamente. Yo sentía la verga tan dura y caliente, y tanto morbo pensando que alguien podría vernos.
En San Lazaro nos bajamos, pero ella salió rumbo al metrobus así que ya no pude continuar a más.
Pero inmediatamente de eso, transbordé en San Lazaro donde mi calentura, en vez de bajar, subió.
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